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"La torre del amor" de Rachilde (La Parte Maldita, 2025)

  • Foto del escritor: José Henrique
    José Henrique
  • 12 nov
  • 3 Min. de lectura

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En el abismo del sXIX sale, en Francia, esta novela (1899) de Marguerite Eymery, más conocida como Rachilde. Traducida por el escritor Diego Muzzio, La Parte Maldita rescata este tremendo texto decadentista.

El destello del falo positivista que los buques perciben a lo lejos, les traen la sensación de ser cuidados. Las mercancías y el incesante tránsito de pasajeros, ahora sí, se sienten seguros de no encallar navegando a ciegas. Los Estados los erigen, empinados, resistentes, inseminando con su haz de luz, para que puedan circular en libertad sin ser devorados por ese líquido amniótico que amenaza.

Todo parece controlado, a salvo de esas fuerzas feminizadas de la naturaleza. Pero lo que no percibe el pasajero que a lo lejos, en medio del océano, se fascina con esa presencia humana que lo protege, es la enajenación de los cuerpos humanos hechos combustible laboral, soportando lo inenarrable, arrojados a la intemperie de un peñón en medio del mar, abatidos por el viento y las olas, una y otra vez."Mantener el farol encendido" es el único mandato que importa. "La seguridad del empleo estatal", se dice una y otra vez el personaje, creyendo haber encontrado un trabajo que lo aleje de la tremenda explotación en los barcos de altamar. Se lo vuelve a repetir, para exorcizar, también, la visión del viejo farero desquiciado que lo precede y acompaña.

El faro ocupa todo el peñón, no hay lugar para más, por eso para no caer al mar hay que introducirse en su vientre, transformarse en tendón, carne y sangre de ese falo implacable que ilumina el progreso.

El viejo farero, al cual el personaje viene a secundar debido al suicidio del anterior auxiliar, hace décadas que no vuelve a tierra. Está viejo, reseco y enajenado en su silencio. La obsesión de mantener a toda costa la llama del faro encendida y la desconfianza de que su posible sucesor sea un espía que lo denuncia y le arrebaten lo único que tiene es constante. Y lo único que posee es el horror, su misión de mantener la luz encendida y la caza de cuerpos femeninos que se arremolinan en el peñón cuando hay naufragios. Los pesca, los desnuda, los encadena... Sí, lo que están pensando, la necrofilia. Rachilde ve y denuncia el patriarcado en el que se asienta este salvajismo capitalista, va a ser contundente y nos va a sumergir en el horror hasta dejarnos sin aliento. Todo es posesión fálica, mantener el faro encendido, devora, hasta el cansancio, el cuerpo y la mente de los hombres, y ellos, consumidos, poseen los cuerpos femeninos. Escuchen atentamente esto que Rachilde pone en boca del viejo:


"Le corté dos mechones, cerca de las orejas, me gustaban tanto... Todavía olían a flores... flores de tierra... la tuve conmigo durante una luna... después le corté la cabeza... para mi postre del amor. ¡Sí, muy buena, muy dulce, muy complaciente! Sin embargo, me hizo matar a alguien, el que estaba antes que tú, un muchacho sensible que, de solo verla se suicidó. ¡Se curó de espanto!... Ahora hay que devolverla al océano pues.... soy celoso. ¡Ve!"


Vuelvan a leer: "para mi postre del amor". Así de contundente es este libro.

Como Mary Shelley en su Frankenstein, este gótico tardío o decadentismo finisecular de Rachilde, erige monstruos construidos por la alienación y la soledad a la que condena el capitalismo y su revolución industrial, pero a diferencia de Shelley y el gótico inglés, no hay paraíso perdido conservador y aristocrático al que volver como salida, tampoco hay marxismo y revolución como freno de mano de la catástrofe a la que nos llevan. No hay vuelta atrás, todo es inevitable decadencia y escepticismo. O el suicidio para "curarse de espanto" o, como hace nuestro personaje, tirar la cabeza, esperar al barco que viene a buscar al cuerpo del viejo muerto y, sin denunciar, ocupar la carga de su puesto.


P.D: Vean la película "El faro" (2019) de Robert Eggers basada en este texto, con un Williem Dafoe y un Robert Pattinson increíbles. Pero no dejen de leer la novela, porque va mucho más allá.


 
 
 

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