La "Trilogía alemana" de Cristian Mitelman
- José Henrique
- 13 abr
- 2 Min. de lectura

Cristian Mitelman es un escritor extraordinario y por demás osado. Con estas tres novelas editadas por Final Abierto, "El trópico de Hegel"(2018), "Crítica de la razón nocturna" (2021), y "Solsticio de la serpiente" (2023) que conforman su "Trilogía alemana", su obra ya adquiere un volumen impactante. Su apuesta apócrifa a la voz narrativa en boca de pensadores claves de los sXIX y XX, en su registro más íntimo (cuaderno de notas, diarios de viaje, cartas), lo enfrenta a caminar por la cornisa. ¿Cómo logra que esas voces no le terminen condicionando la ficción? Eso es simple maestría. Desde el Castelli de Rivera que no leo algo tan arriesgado y exitoso.
Es de mi misma generación, rodeado por la literatura posmoderna, y sin embargo apostó a una literatura supuestamente "extemporánea". Este camino de resistencia, no tengo dudas que hoy, frente al cambio de época, va a golpear sobre muchos lectores atentos que tienen preguntas más complejas que en las décadas anteriores.
Para demostrar lo que digo les dejo unas palabras mías sobre "El trópico..." en el programa "Bibliómanos" (https://www.youtube.com/watch?v=3S7mzBAxvEg) y una cita de "Crítica de la razón nocturna" donde los ojos están puestos sobre Kant y nada menos que en la voz del joven Walter Benjamin, en medio del ascenso del nazismo.
Disfrútenlo.
"La filosofía de Heidegger está en el centro de Alemania. La filosofía de Kant es el centro de Occidente.
Yo soy una periferia inescrutable, con sus callejas sombrías en las que las casas son las citas deshilvanadas de los muertos.
Heidegger es el castillo del ser.
Kant es la catedral del deber ser.
Yo, Walter Benjamin, soy la página que un copista dejó a mitad de camino. No poseo una filosofía. Las palabras son mi única filosofía. Y cuando me adentro en ellas, termino encontrando la imagen de un espejo que refleja el vacío.
La última de todas las metáforas del idioma es el vacío absoluto.
Allí se hunde el castillo de Heiddeger.
Allí se desmoronan las catedrales kantianas.
Ese barrio periférico llamado Benjamin lleva a un muro. Y detrás del muro todo se abisma.
Yo no escribo un sistema.
No busco una esencia.
No me interesa el espíritu de lo germánico.
No anhelo ninguna restauración.
Soy un hombre que, en la mitad de la noche, se dedica a escribir para ausentar por unas horas el miedo. Pero lo único que me importa de ese hecho es el sonido de la pluma contra el papel. Es la música de mi madre que me calma. El lenguaje (hecho de normas y códigos) es el padre. Pero las palabras, las simples palabras (“puerta”, “madera”, “hijo”, “barro”) son la madre.
Y al lado de la cuna todas las madres cantan.
Al lado de la tumba de un muchacho que murió en la gran guerra, vi una madre que parecía murmurar una canción.
Al lado de la tumba las madres cantan.
Cantan palabras. No lenguaje."
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