"Frío/Subte" de Rafael Pinedo (Interzona, 2013)
- José Henrique
- 3 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 9 ago

Que la prosa de Rafael Pinedo es descarnada y está signada por la ausencia de metáfora, ya lo planteé en la reseña sobre su novela Plop. En el mundo Pinedo pareciera como si la única gran metáfora fuera la impuesta por el afuera, una que, al erigirse, lo impregnara todo impidiendo que la voz narrativa pueda enunciarlas. Pero en estas dos novelas cortas, no sólo mantiene esta lógica, sino que sube la apuesta del despojo.
En ambas el afuera es intransitable. El clima ha cambiado.
En Frío, las bajas temperaturas, hacen imposible salir y el afuera clausura hasta el llanto, porque si uno lo hace, las lágrimas se congelan y destruyen los lagrimales. Frío transcurre en un sur, en el encierro de una escuela de monjas. Todos han migrado hacia la promesa de un norte tibio. Ella, la que enseñaba Economía Doméstica, se ha quedado escondida en el convento mientras la caravana se ponía en marcha. Ella está sola ahora, rodeada de millones de ratas que devoran todo lo que encuentran a su paso, para sobrevivir.
En Subte, el sol lacera. La superficie está prohibida, porque si la luz te toca, los bultos cancerígenos aparecen más rápido. La clausura, en este caso, es en los abandonados túneles. Uno podría enlazar ambas novelas, aventurar, quizás, que en Subte se está en el norte, mucho tiempo después, cuando los saberes y los ritos de la humanidad se han perdido…, o no, más bien, se han modificado para sobrevivir en el nuevo escenario, aunque esto no se explicite.
Los personajes de ambas obras son mujeres que se han separado de su clan, que enfrentan esta nueva situación en soledad.
En Subte, Proc recoge hongos de las paredes de los túneles, iluminados por la luz que entra a través de los agujeros de sus ruinas y que nunca debe rozar su piel. Proc es sorprendida por una manada de lobos hambrientos y huye, pesada, cargando un embarazo de ocho meses.
En Frío, la profesora de Economía Doméstica, ni siquiera en su cuarto calefaccionado con la madera de los muebles del convento, puede permitirse la desnudez, su piel a la intemperie se congelaría.
Decíamos que estas dos novelas, descarnadas en lo textual, pegan un salto y nos arrojan a un despojo extremo. Proc, en su huida, ha caído en el pozo de un ascensor, la oscuridad será absoluta. A partir de acá, descubrirá y convivirá, con “los ciegos” habitantes de la no luz, que como los murciélagos, ven a través del rebote de los sonidos. Sabrá que para ellos, ella pertenece al clan de los “sordos”. A partir de aquí, el lector perderá la visión, tendrá que seguir las peripecias pegado a Proc, ninguna imagen visual acudirá en su ayuda. Leerá a tientas, agudizando su oído y tratando de figurarse ese entorno del submundo interpretando sonidos.
En Frío la dimensión táctil está sofocada por una sola sensación, la que emerge del título de la novela. Una que anula por completo las sutilezas de lo táctil. La dimensión de estas imágenes sólo acudirá desde el interior del cuerpo. A la que dictaba Economía Domestica, lo tibio nunca la invadirá desde afuera, sólo desde su interior pecaminoso, cuyas espinas de su cinturón de silicio mantendrán a raya, porque incluso, si transpirara, un saco de hielo se formaría en su cuerpo, castigándola con la muerte.
En definitiva, creo que Pinedo, con ese primitivismo tan extremo de su escritura, nos hace sentir en toda su dimensión esa gran metáfora de la posible barbarie que se avecina.
Agrego yo: si no logramos frenar esta brutalidad capitalista.
P.D: Este volumen que nos entrega Interzona tiene un plus exquisito, el texto inédito El laberinto. Lo único que voy a decir de él es que no lo subestimen en la lectura, no es un texto inacabado que no debió publicarse, como tantas veces sucede con los escritores cuando fallecen. Es bellísimo.
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