"Media Verónica" de Sergio Olguín (Alfaguara, 2025)
- José Henrique
- 9 jul
- 3 Min. de lectura

¿Qué quedó de la escritura del autor de esa gran novela iniciática que es Lanús? ¿O de La fragilidad de los cuerpos, ese policial ágil e inteligente?
Poco y nada.
Olguín siempre fue un escritor de Best Sellers. Ojo, esta no es una afirmación peyorativa, que se entienda bien. Yo elijo este registro cuando quiero relajarme y que la historia me lleve, sin conflictos, sin demandarme ser un lector activo y en otros momentos elijo otro tipo de literatura. Digo esto porque no quiero ser tramposo y juzgarlo fuera de ese registro literario. ¿Qué entiendo yo por literatura de Best Sellers? Aquella que no se propone incomodar al lector con algo que no espera. Una que no intenta desacomodarlo, sino fidelizarlo, entregarle lo que busca. Pensemos en esa gran novela de King, Misery, que tematiza esto, llevándolo al paroxismo. Dicho esto es que a Olguín lo voy a criticar en el terreno que él propone, porque no todos los escritores podemos ser Puig o Baricco, cuyos textos funcionan para una lectura pasiva y si uno les pide más, también te lo dan y te cantan quierorretruco y hasta valecuatro. Pero como pasa en todo tipo de literatura, hay textos buenos, mediocres y malos.
Volvamos a Olguín y a su Media Verónica.
La saga policial de Verónica Rosenthal, que la inaugura La fragilidad de los cuerpos (lean este policial que está muy bien construido y tiene cosas interesantes en su diálogo con el género) se fue desdibujando, lavando con cada nueva novela que salía. Media Verónica que es su quinta y última entrega es la peor de todas. Plagada de lugares comunes (creo que no le quedó uno sólo sin transitar), personajes estereotipados entre buenos y malos, aderezados con contradicciones tan custodiadas por lo correctamente político, que a veces, por lo menos, lograba sacarme del aburrimiento, imaginándomelo a Olguín revisando que no le faltara ningún tópico para quedar bien con dios y con el diablo clasemediero progre. Una novela que pretende seguir dentro del género policial, que tan bien garpa, pero que en los hechos abandona por completo. Para que se den una idea de a qué novela van a entrar, diría que es una versión de El fin del amor protagonizada por Lali, pero un piquín menos polémica, diría que más victoriana, más Sex and the City. No es casualidad que el título de la novela juegue con la canción de Calamaro, que, si a usted le quedó alguna duda del guiño, le estampa la letra entera en el arranque del libro, y sí todavía no le quedó clara la relación, Verónica R. se lo va a explicar en el texto. Creo que Olguín la escribe apostando volver a seducir a Netflix para que continúe con la saga. En fin, la novela es mala con ganas.
Última reflexión: Me quedé pensando qué le sucedió a este escritor de Lanús... ¿Será acaso que, cuando firmás con Random o Planeta, hacés un pacto con el diablo y vendés tu alma por cierta fama? Será que te invitan a estirar y estirar, como las series exitosas, la misma fórmula que funcionó, y que esa máquina de hacer chorizos va lavándola hasta que no queda ni rastro de lo que la hacía interesante?
Último consejo: Repito, lean Lanús y La fragilidad... y luego abandonen a Olguín hasta nuevo aviso.
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