"Stoner" de John Williams (Fiordo, 2024)
- José Henrique

- 26 oct
- 4 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días

William Stoner es el personaje central de esta novela. Como si, literalmente, William(s) se hubiera ido transformando en piedra. No un Rolling Stone, endurecido, liso y compacto, hecho para la acción, para ser arrojado y rebelarse, no. Más bien una piedra de tosca, reseca, agrietada, que con sólo estrujarla un poco entre los dedos se deshiciera.
Confieso que esta novela de 1965 me encantó. Sufrí su escepticismo, al igual que lo hice con Onetti, con Rulfo, con Faulkner o con Chandler, esos escritores que llevan tatuada en la piel la impotencia y el horror de la guerra. Es verdad que no pudieron emocionarse con el ascenso de fines de los '60, pero dejaron, marcada a fuego en las entrañas de la generación siguiente, la impiedad a la que es capaz el capitalismo en su búsqueda de ganancias.
Stoner es la imposibilidad de concretar el american dreams, porque las dos grandes guerras han condenado a esas generaciones a la pesadilla constante, a lo sumo se finge demencia y se laquea la vida con una pátina superficial, histérica e hipócrita, porque el deseo ha sido asesinado y la condena es la sobrevida.
La novela recorre la vida de William, un hijo de campesino pobre que ni siquiera elige ir a la Universidad en busca de un destino mejor, sino que su padre lo insta a ir a tomar clases de agronomía para mejorar el trabajo en el campo.
William Stoner ingresó en la Universidad de Misuri en 1910, a los diecinueve años. Ocho años después, en plena Primera Guerra Mundial, se doctoró y aceptó un puesto docente en esa misma institución, donde dictó cátedra hasta su muerte en 1956. Nunca superó el cargo de profesor asistente, y pocos alumnos lo recordaban con claridad después de haber cursado su materia. Así arranca la novela, quise ponerles textual el comienzo, primero porque me evita contarles de qué va la historia, pero centralmente para que vean qué tipo de voz narrativa construye. Todo el relato es una crónica periodística sobre la vida de Stoner, donde el narrador no omite opinión, deja que los hechos hablen. Se esconde, en esa objetividad tan trabajada por el boom del periodismo, del que Willams es un hijo dilecto. Noten cómo ese primer párrafo es un copete sintético y perfecto que resume la crónica que va a encarar. No trasluce ni una pizca de subjetividad. Este dispositivo los va a llevar de las narices a lo largo de toda la novela, haciéndoles creer que sólo ustedes, sin ninguna influencia del autor, juzgarán al cronicado. Desde el punto de vista narrativo, esta novela, es una obra de arte.
Dicho esto, avancemos con el contenido. Decíamos, Stoner no decide ir a la Universidad, tampoco, el abandono de la carrera de agronomía por el de Literatura Inglesa, éste se le impone como un designio de la vida, como si ésta, hubiera descubierto su imposibilidad subjetiva y le ofreciera ese resguardo conservador, para sufrir su escepticismo de la forma más contenida posible. Es la contenida angustia de Sloane, profesor de literatura inglesa, la que se le impone en su decisión, sin saber bien por qué, es un curso en el que le va muy mal, pero siente que es descubierto, que la voz y el alma quebradas de ese profesor de una generación anterior, de alguna manera lo invoca. Y él decide calarse esa corona de la frustración, esa, dónde el deseo se frustra, y donde el inevitable fracaso es el hado de su vida, una fuerza inútil e imposible de revertir.
Hay tres fantasmas que marcan su existencia, el amigo que muere en la primera guerra, el que vuelve ileso del horror, y el de él, que se abstiene de ir. El fracaso de la guerra es una lápida que no sólo sepulta a la humanidad, sino a cualquier posibilidad de libre albedrío.
El final de esta novela es de una belleza e impotencia que conmueve. Como si la inminencia de la muerte fuera el único liberador posible. Ni el sufrimiento de su cáncer puede opacar la paz que esta le trae.
Lean esta novela devastadora de Williams que si algo positivo deja, es la necesidad de evitar una futura masacre humana y sus devastadoras consecuencias a la que el capitalismo nos lleva. Aunque el mundo siga después de ella, aunque sea partera de revoluciones, las laceraciones que deja son el horror mismo. Como diría Benjamin, la revolución social es el freno de mano que posee la humanidad para evitar el horror inenarrable.
P.D: Reproduzco acá el soneto demoledor de Shakespeare, con que Sloane increpa a Stoner y lo unge.
En mí ves esa época del año
en que muy pocas hojas amarillas
cuelgan de las ramas temblorosas,
como en ruinas donde pájaros cantaron.
En mí ves el crepúsculo del día,
cuando el sol se unde en el poniente,
poco a poco arrebatado por la noche,
gemela de la muerte, y del reposo.
En mí ves el rescoldo de ese fuego
de una juventud hecha cenizas,
el lecho de muerte donde expira
consumido por lo que era su alimento.
Esto ves, y tu amor se fortalece
amando bien aquello que ya pierdes.
-El señor Shakespeare le habla a usted a través de tres siglos, señor Stoner. ¿Usted lo oye?







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