Grageas I

–..., ... ¡BluuuuuuuuVeeellveet!... Nada..., me sigue repiqueteando... No me puedo sacar de la cabeza la cadencia infantil y a la vez mórbida de ella cantando..., como que toda la película está ahí, sin más palabras...

–…

–¿Pedimos algún postre?

–Flan con crema y dulce de leche.

–¡Mozo…! Dos flanes con crema y dulce de leche, por favor.

¿Café tomás?

–No.

–Bueno, decía que el personaje habla sólo con su presencia. Vocifera con los cambios en su vestuario, con sus expresiones, sus ambigüedades corporales pero casi no dice con la palabra. Está muda, prohibida de palabra, y eso la condena ante el espectador. ¿Qué carajo desea? Nos exasperamos los hombres al mirarla, es que no entendemos nada, absolutamente nada. Pensamos sin decirlo “o es la madre extorsionada por el maldito villano que tiene secuestrado a su hijo, o la tremenda hembra que se coge al pendejo y que nos calienta hasta dejarnos sin aliento, comiéndose el micrófono con su infartante vestido, ronroneando Blue velvet”. “¡Que se decida!”.

–…

–Mierda machista…, y lo peor es que a mí me genera lo mismo que a todos… –Masticando medio pedazo de doblemuzza, imaginaba a la Rossellini apoyada en el marco de la puerta que da a la sala de proyección, me quemaba envuelta en su vestido de terciopelo azul, juro que escuchaba su lengua chapotear en la boca.