FOUCAULT Y DELEUZE, LA IZQUIERDA REFORMISTA DEL POSMODERNISMO
Este es un artículo que publiqué en la revista Nacional Universitaria En Clave Roja N°3 en el primer semestre del '94, me pareció importante rescatarlo porque escribir contra el posmodernismo en los '90 era bastante a contracorriente.
El surgimiento de toda corriente de pensamiento está ligado al punto de desarrollo en que se encuentra la lucha de clases y no puede ser analizado separada de ella.
El estado de la lucha de clases en la década de los '80 crea una superficie propicia para que el posmodernismo se erija como teoría dominante.
El posmodernismo se consolida sobre el contradictorio avance de la burguesía que intenta encontrarle una solución a la crisis de superproducción por la que atravieza (mini-boom reganeano-tacheriano), y la imposibilidad del movimiento obrero y popular de darle una salida obrera.
Sumémosle a esto, el proceso y caída del stalinismo, que no es visto por los intelectuales de izquierda, como una revolución política de las masas contra la burocracia, sino como el desmoronamiento de la única oposición mundial al imperialismo.
A rasgos generales y sin entrar en detalles, éste es el marco que genera un terrreno fértil, para el establecimiento de una visión escéptica del mundo.
Este esceptisismo, debido al retroceso de la lucha de clases, la figura de un capitalismo omnipotente que avanza sobre las conquistas de todo el movimiento obrero, crea las bases necesarias para el resurgimiento del posmodernismo como teoría que reacciona contra el capitalismo.
Este repliegue de la lucha de clases hace que la teoría crítica imperante sea de por sí replegada. Cobijándose, para su crítica, en los límites de la esfera discursiva. Es entonces, el estado en retroceso de la lucha de clases el que recoge en su repliegue al posmodernismo.
El posmodernismo coloca entonces, la batalla contra este capitalismo brutal, no en la lucha de clases que se encuentra en evidente retroceso, sino en el campo discursivo, desde donde ve la posibilidad de cuestionarlo e imponer un nuevo modelo.
El grupo Tel Quel, fundado en los '60, y aunque se reivindica marxista, comienza a trazar las líneas del proyecto posmodernista reinante en los '80. Tel Quel dice en una entrevista realizada por la Nouvelle Critique: "(...)Toda clase instituye un modo de apropiación del lenguaje. Para la burguesía, para el capitalismo, por ejemplo, es la retórica, la novela. Contestar el sistema retórico, o las formas narrativas, es ya poner en tela de juicio la ideología burguesa, la concepción burguesa del mundo (...)"[1].
FOUCAULT Y DELEUZE LA IZQUIERDA REFORMISTA DEL POSMODERNISMO
Nos interesa discutir, por lo menos en este artículo, con una de las líneas colocadas más a la izquierda dentro de las teorías posmodernistas, con los llamados posestructuralistas, cuyos mayores representantes son Foucault y Deleuze. Trataremos de ver la lógica de sus razonamientos y las conclusiones que sacan a partir de éstas.
Ellos hacen una distinción entre los conceptos de explotación y de poder. La teoría marxista, para Foucault, puede dar cuenta de las relaciones de explotación de una clase por sobre otra, pero adolesce de respuestas, en cuanto a quién detenta el poder y las relaciones que el poder establece. "(...)Esta dificultad, nuestra dificultad para encontrar las formas de luchas adecuadas, ¿no proviene de que ignoramos todavía en qué consiste el poder? Después de todo ha sido necesario llegar al siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero no se sabe quizá siempre qué es el poder. Y Marx y Freud no son quizá suficientes para ayudarnos a conocer esta cosa tan enigmática, a la vez visible e invisible, presente y oculta, investida en todas partes, que se llama poder. La teoría del Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado no agotan sin duda el campo del ejercicio y del funcionamiento del poder.(...)"[2].
Para Foucault y Deleuze el poder no es detentado por una clase, con todos los mecanismos que posee, para dirigir e imponerse por sobre otra. El poder existe, está en todas partes, pero no puede adjudicársele a ningún sujeto. Foucault establece una microfísica del poder, "innumerables pequeños focos de poder", que van desde el ejercido por un maestro, un guardiacárcel, un redactor jefe de periódico, etc., y es en el contradiscurso que surge desde los diferentes focos, (sea un reclamo por aumento de salarios, el de los reclusos por mejoras sanitarias o el de un grupo de feministas por igualdad de derechos, etc.) donde radica la verdadera oposición que socava al poder institucionalizado.
Ellos están olvidándose de un factor muy importante que liga al poder con la explotación, y es que para llevar a cabo la explotación que ejerce la burguesía en defensa de su subsistencia (la ganancia) debe respaldarse en el Estado y en los mecanismos de coerción que ha implantado, llámese policía o fuerzas armadas, esto quiere decir que su subsistencia tiene que ser mantenida por medio de la violencia como principal método, y que la detentación del poder no es sólo un juego de inofensivos poderes discursivos.
Foucault establece así contra quién se debe establecer la batalla: "(...)desde el momento que se lucha contra la explotación, es el proletariado quién no sólo conduce sino que además define los blancos, los métodos, los lugares y los instrumentos de lucha; aliarse a él en sus posiciones, su ideología, es retomar los motivos de su combate. (hasta acá estamos de acuerdo) Es fundirse. Pero si se lucha contra el poder, entonces todos aquellos sobre los que se ejerce el poder como abuso, todos aquellos que lo reconocen como intolerable, pueden comprometerse en la lucha allí donde se encuentran y a partir de su actividad (o pasividad) propia. (...)"[3]
Es por lo que venimos diciendo que la lucha sigue estando puesta contra la explotación y no contra el poder, como un ente autónomo. Porque el poder no está aislado de la explotación, existe una ligazón intrínseca entre ellos. Como la burguesía (capital) no puede vivir sin relacionarse con el "trabajo". Como no puede evitar explotar a la clase que creó, para sostener su ganancia, es que desarrolla diversos engranajes de poder, donde la producción de material simbólico es uno de ellos. Pero es desde su carácter de clase dominante, y de poseedora de los aparatos de producción, llámese medios de comunicación, escuelas, institutos de investigación, etc., desde donde lo efectúa.
Es, entonces, la toma del poder político y económico por parte del proletariado, tomando las necesidades de los demás sectores explotados, la única vía para llevar a cabo esta lucha, porque es el único sujeto, como lo decía Foucault antes, que puede derrotar el sistema de explotación burgués.
Pero Foucault y Deleuze no ven a la dictadura del proletariado como transición hacia la eliminación de las clases, ven en ésta, una dictadura que imprimiría a los demás sectores oprimidos y explotados sus marcas de clase, subordinándolos a sus intereses y por ende, estableciendo un sistema de totalizacion y jerarquización del poder similar al anterior. Deleuze dice: "(...)Nosotros no tenemos que totalizar lo que es totalizado por parte del poder, y que no podríamos totalizar de nuestro lado más que restaurando formas representativas de centralismo y de jerarquía. En contrapartida, lo que nosotros podemos hacer es llegar a instaurar conexiones laterales, todo un sistema de redes, de base popular (...)"[4].
Hay que tener en cuenta que tanto Deleuze como Foucault se apoyan para estas afirmaciones, en la equiparación de marxismo con stalinismo. Esta "pequeña" confusión les hace ver el fracaso de este último como la comprobación de un sistema perimido, y no, debido a que el esceptisismo no los deja ver más allá, a la caída del mayor aparato de freno de la revolución mundial.
Veamos, más adelante, cómo esta misma lógica la llevan al terreno artístico.
EL ARTE BURGUÉS: UN PESADO ELEFANTE
El arte burgués crece alimentándose de lo viejo, lo que se ha osificado, pero en la necesidad de superarlo alzándose contra él, no en forma de proceso acumulativo sino atentando contra su status quo, que va estableciendo, debido al carácter rígido que inevitablemente tiene que adoptar para ubicarse como tal, una red contenedora que expele y margina todo lo que se encuentra fuera de su campo de acción, transformándose paulatinamente, en más conservador de esos parámetros para asegurar su existencia. Este status quo crece hasta convertirse en un pesado elefante que comienza a ocuparlo todo, con su pereza creciente a cuestas, asfixiando el campo de producción artístico.
Este arte, como un gran átomo expuesto a altas temperaturas, genera vibraciones internas que lo saturan produciendo explosiones, que expulsan pedazos de él incapaces de ser contenidos. Surge así de sus entrañas misma una nueva vanguardia, cuyo objetivo es volar el gran elefante para llenarse de espacios y aire para la producción artística.
Esta nueva vanguardia, si logra su empresa, al crecer se convertirá en una nueva mole que expulsará, delimitará, y lo ocupará todo. El arte burgués se nutre por rupturas-atentados constantes contra su status quo, condenando a los movimientos de vanguardia a la futura osificación e institucionalización de su estética para mantenerse. Expulsando y segregando todo material ajeno, para no ser herida de muerte y destronada. Esta nueva vanguardia para sobrevir debe, necesariamente, transformarse en hegemónica, ya que los medios de producción y distribución de la cultura pertenecen a la burguesía, y por lo tanto estos medios están al servicio de los intereses de su clase, su sobrevivencia va a estar condenada a instaurarse como hegemónica dejándose cooptar por el sistema o a perecer. La burguesía la asimila, la copta y le da carácter hegemónico.
Trotski, en su artículo sobre el futurismo, percibe estos movimientos de las vanguardias burguesas, "(...)El futurismo nació como meandro del arte burgués, y no podía haber nacido de ninguna otra manera. Su carácter de oposición violenta no contradice en absoluto este hecho. Los intelectuales son extraordinariamente heterogéneos. Toda escuela artística consagrada es a la vez una escuela bien remunerada.(...) La opinión pública burguesa pudo adoptar tranquilamente a estos gentelmen y canonizarles en sus manuales escolares.
Supone una gran inocencia oponer la dinámica del futurismo italiano y sus simpatías por la revolución, al carácter 'decadente' de la burguesia. No se debe representar a la burguesía como un gato viejo y moribundo.(...)" [5].
Trotski rescata lo progresivo de estas vanguardias al instalarse ellas, en contra de la tradición más conservadora, pero ve que el arte mismo no puede generarse su liberación, ya que ésta, está ligada a la superación del sistema burgués en su conjunto, que impide la multiplicidad de corrientes artísticas e impone la guerra entre ellas por la hegemonía. Con respecto al futurismo ruso, Trotski tiene la misma caracterización, en cuanto a la composición y pertenencia de esa vanguardia, más allá que el italiano haya quedado inmerso dentro del fascismo y éste no, pero ve una posibilidad de transformación, ya que se encuentra inmersa en un estado obrero. "(...)Ante nuestra vista nació más de una tendencia literaria que declaró guerra sin cuartel al 'espíritu burgués' y que nos miró por encima del hombro. Pero igual que el viento vuelve siempre a sus propios círculos, estos revolucionarios literarios, estos destructores de tradiciones, encontraron el camino de la Academia.(...) Lo malo no está en la 'negación' por el futurismo de las sagradas tradiciones de la inteliguentsia. Al contrario, reside en el hecho de que no se siente así mismo como parte de la tradición revolucionaria. Nosotros entramos por nosotros mismos en la revolución, mientras que el futurismo cayó en ellla.
La situación, sin embargo, no es desesperada. El futurismo no volverá a 'sus círculos' porque estos círculos ya no existen. Y esta circunstancia, nada insignificante, da al futurismo la posibilidad de un renacimiento, de una entrada en el arte nuevo, no como la corriente decisiva, pero sí como uno de sus componentes importantes.(...)"[6].
Sin embargo hay que decir que esta esperanza de Trotski se ha visto truncada por el stalinismo, y su realismo socialista a cuestas, montando sobre la estructura del arte burgués un supuesto arte proletario. El realismo socialista tiene entonces dos graves problemas. Uno, no puede superar la estructura de este arte burgués. Porque lo que intenta es imponer una nueva vanguardia que se coloque como centro jerarquizante y ordenador del arte, oprimiendo cualquier otra manifestación. Y dos, la nueva vanguardia que erige, el arte proletario, ni siquiera puede ubicarse como tal, ya que no existe como sujeto de producción artístico, debido a que el proletariado no ha accedido ni siquiera al conocimiento del arte burgués. Dice Trotski, contestándole a los grupos que enarbolan la bandera del arte proletario en la U.R.S.S. "(...)La historia muestra que la formación de una cultura nueva alrededor de una clase dominante exige un período considerable de tiempo y no alcanza su plena realización hasta el momento precedente a la decadencia política de dicha clase.
¿Tendrá el proletariado tiempo suficiente para crear una cultura 'proletaria'? Al revés que el régimen de los propietarios de esclavos y que el de los señores feudales y el de la burguesía, el proletariado considera su dictadura como breve período de transición. (...)Por otra parte, cuanto más protegido esté el nuevo régimen contra los trastornos políticos y militares y cuánto más favorables sean las condiciones para la creación cultural, más se disolverá el proletariado en la comunidad socialista, se liberará de sus características de clase y dejará de existir como proletariado.(...) cuando la mano de hierro de la dictadura desaparezca, comenzará una época de creación cultural sin precedente en la historia, pero sin carácter de clase. de donde hay que concluir la consecuencia general de que no sólo no hay una cultura proletaria sino que nunca la habrá y que en realidad no hay motivos para sentirlo. El proletariado ha conquistado el poder precisamente para acabar para siempre con la cultura de clase y para abrir paso a una cultura humana. Muchas veces parece que olvidamos esto.(...)"[7].
LA SALIDA DEL POSMODERNISMO Y SUS LIMITES
El posmodernismo trata de reaccionar contra la lógica binaria de rupturas-institucionalización constantes, intrínsecas del arte burgués, para ampliar el campo de producción artística, liberándolo de su asfixia. Tratamos de ver cómo y también, cuáles son los límites que hacen que este proyecto posmodernista quede engrampado dentro del sistema que critica.
Deleuze y Guattari, contraponen y alzan la figura del rizoma contra la de raíz o raíz fasciculada. Hay un primer tipo de libro, señalan, el libro-raíz: su ley de funcionamiento es la de la reflexión; el libro imita al mundo como el arte a la naturaleza. Se construye con una lógica binaria: el Uno se convierte en dos; posee una unidad fundamental, significante y subjetiva.
El segundo tipo de libro es el sistema raicilla, en esta figura la unidad principal se rompe y sobre ella se desarrolla una multiplicidad, a la vez que alguna de sus ramas secundarias se desarrolla en otra dirección. Subsiste, sin embargo, una unidad "secreta", una totalización oculta que cristaliza en circularidad o ciclo totalizante.
Una historización de estas figuras recorre el pasaje del libro clásico (el libro-espejo en el camino) hacia las transformaciones en los procedimientos, las formas y las concepciones acerca del lugar del arte en la sociedad que surgen con la modernidad estética y que tienen su expresión máxima en los formalismos y las vanguardias de principio del siglo XX.
La raíz y la raicilla, como modelos, se establecen como los representantes del sistema binario del arte burgués.
El rizoma, en cambio, es multiplicidad, no tiene conexión alguna con lo UNO como sujeto o como objeto, como realidad espiritual o como imagen del mundo.
En el libro-rizoma lo múltiple deviene siempre en multiplicidad, no funciona con ningún tipo de unidad superior o exterior como hace la raíz fasciculada. "(...)Una composición es precisamente este crecimiento de las dimensiones en una multiplicidad que cambia necesariamente de naturaleza a medida que aumenta sus conexiones. No hay puntos o posiciones en un rizoma como se los encuentra en una estructura, un árbol, una raíz.(...)"[8].
El rizoma se construye como superficie plana, no posee profundidades, o vacíos, ningún espacio oculto que pueda ser llenado, es asignificante, pues se define sólo por lo exterior, ninguna posibilidad de sobre-codificación. Como multiplicidad , es entonces inatribuible, funciona con..., hace rizoma con lo que le es exterior.
La teoría del rizoma cuestiona no sólo el funcionamiento propio de construcción de las obras de arte, sino también el proceso de surgimiento de nuevas estéticas en la modernidad. Las vanguardias estéticas modernas surgen a partir de la lógica del UNO que se convierte en dos. Existe una unidad o tronco principal en el que se produce una ruptura por opocición, lo nuevo que nace del enfrentamiento con lo viejo se encuentra de todos modos ligado a lo anterior, lo nuevo consolida lo pretérito como negatividad. Y de esta nueva rama surgirá inevitablemente una nueva ruptura, que no podrá desligarse nunca de la unidad mayor a la que invariablemente se encuentra ligada.
"(...)Los mismos lazos pueden proliferar como en el sistema raicilla, pero no se sale nunca del Uno-Dos, y de las multiplicidades únicamente fingidas. Las regeneraciones, las reproducciones, los retornos, las hidras y las medusas tampoco nos hacen salir de ahí. Los sistemas arborescentes son sistemas jerárquicos que comprenden centros de significancia y de subjetivación, autómatas centrales como memorias organizadas.(...)"[9].
Como modelo superador de los formalismos estéticos que hacen proliferar series en falsas multiplicidades, como devenir que se separa de una modernidad en la que las rupturas y separaciones no hacen más que confirmar el tronco principal, tradición y valores del arte burgués, estructura que apresa el sentido; la teoría de la máquina rizoma, del pensamiento nómada, propone una libre circulación de intensidades y fuerzas, un devenir constante en líneas de fuga que escapan de las rupturas significantes de los sistemas jerarquizados y centrados.
¿Ha podido, el posmodernismo, escapar a la jerarquización y centralización del sistema burgués?
La respuesta es NO, porque ellos ven la posibilidad de generar un espacio, desde donde elaborar un contradiscurso modificador, en el seno mismo del mercado burgués, bajo sus leyes editoriales, académicas, etc, sin expropiar a la burguesía los medios de producción, tanto simbólica como material. Y es importante no perder este eje, porque el capitalismo actúa con todos estos mecanismos, coptando y asimilando para el beneficio y mantenimiento de la clase dominante. Por eso es que el posmodernismo termina siendo utópico y coptado. Ya que contradictoriamente para sus propios postulados, ingresa como teoría dominante, convirtiéndose en árbol-raíz, en todos los ámbitos de las ciencias humanas, proclamada desde los principales centros académicos y los intelectuales más valorados de los centros imperialistas, aplastando, como teoría dominante, su propio sistema rizomático.
LA REVOLUCION PROLETARIA, UNICO MEDIO PARA ACABAR CON LA CULTURA DE CLASES Y ESTABLECER UNA CULTURA HUMANA
Trotski en el Manifiesto revolucionario por un arte independiente, realizado junto a André Bretón en el '38, ve la necesidad de otorgarle toda tipo de libertad al arte, sin imponerle ningún tipo de jerarquización o totalización que pueda llegar a oprimirlo, para que este pueda desarrollar su máxima capacidad productiva.
"(...)La libre elección de esos temas y la ausencia absoluta de restricción en lo que respecta a su campo de exploración, constituyen para el artista un bien que tiene derecho a reivindicar como inalienable. En materia de creación artística, importa esencialmente que la imaginación escape a toda coacción, que no permita con ningún pretexto se le impongan sendas. A quienes nos inciten a consentir que el arte se someta a una disciplina que consideramos incompatible radicalmente con sus medios, les oponemos una negativa sin apelación y nuestra voluntad deliberada de mantener la fórmula: toda libertad al arte.(...)Si para desarrollar las fuerzas productivas materiales, la revolución tiene que erigir un régimen socialista de plan centralizado, en lo que respecta a la creación intelectual debe desde el mismo comienzo establecer y garantizar un régimen anarquista de libertad individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna coacción, ni el menor rastro de mando!(...)[10].
Pero a diferencia de los posmodernistas, debido a que parten de una caracterización errónea del capitalismo mundial, como un capitalismo posindustrial capaz de autoreformarse, ligado a las transformaciones tecnológicas, los medios de comunicación masivos y la transnacionalización de los capitales y la cultura, vemos como único paso transicional, que pueda garantizar esa independencia del arte, y abrir paso, ya no a una cultura regida por la clase dominante sino a una verdadera cultura humana, a la lucha militar del proletariado contra la explotación de la burguesía.
En este sentido Trotski dice:
"(...)Por otra parte, la revolución crea las bases de una nueva sociedad. Pero lo hace con los métodos de la vieja sociedad, con la lucha de clases, la violencia, la destrucción, la aniquilación. Si la revolución proletaria no hubiese ocurrido, la humanidad se hubiera asfixiado en sus propias contradicciones. La revolución salvó la sociedad y la cultura, pero por medio de la cirugía más cruel.(...)Pero esencialmente, la dictadura del proletariado no es la organización económica y cultural de una nueva sociedad, sino un régimen militar revolucionario en lucha para instaurar esa organización. (...)"[11].
Es, entonces, imperiosa, la necesidad de dar respuestas desde el marxismo a estas teorías reformistas, que muy lejos de sus objetivos está la liberación de las clases explotadas, sino por el contrario pelean por la obtención de un espacio dentro del aparato intelectual burgués, para mejor acomodarse.
Una lucha político-ideológica, que todos los intelectuales que se reivindican del marxismo, deben dar, poniéndola al servicio de la revolución proletaria.
Los intelectuales deben decidirse por estas tareas y no funcionar como soporte "de izquierda" a las contradicciones más profundas del capitalismo.
Llamamos también a todos los artistas que se reivindiquen de izquierda, a tomar esta misma lucha, agrupándose y discutiendo sobre estos problemas para poder presentar una alternativa revolucionaria e independiente para el arte, como lo hizo Trotsky y Bretón en el '38 con la creación del FIARI (Federacion Internacional del Arte revolucionario Independiente), y emprender así una lucha descarnada y a muerte contra la explotación y coerción que produce este capitalismo salvaje. Porque "He aquí lo que queremos:
La independencia del arte -por la revolución; la revolución - por la independencia del arte."[12].
N O T A S :
[1].Redacción de Tel Quel, Teoría de conjunto, Barcelona, Seix-Barral, 1971, p. 348.
[2].Foucault, Michel en "Los intelectuales y el poder (Entrevista Michel Foucault-Gilles Deleuze)", Cap. 4 en Microfísica del poder, Ed. de La Piqueta, tercera edición 1992, Madrid, p. 83.
[3].Foucault, Michel, op. cit., p. 86.
[4].Deleuze, Gilles, op. cit., p. 83.
[5].Trotski, León, "El futurismo" en Sobre arte y cultura, Alianza Editorial, Segunda edicion en 'El libro de bolsillo', 1973, pp. 52 y 53.
[6].Ibid, pp. 56 y 57.
[7].Trotski, León, "Cultura proletaria y arte proletario" en op. cit., pp. 102 y 103.
[8].Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Rizoma, Ed. Pre-textos, Valencia, 1977, p. 19.
[9].Ibid, p. 39.
[10].El manifiesto fue publicado con las firmas de D. Rivera y A. Bretón, aunque, en realidad, fue redactado de hecho por León Trotski y A. Bretón. Por razones tácticas Trotski pidió que la firma de Rivera substituyese a la suya. "Manifiesto por un arte revolucionario independiente" en Literatura y Revolución, Ed. , pp. 273 y 274.
[11].Trotski, León, op. cit. en 7, p. 106.
[12].Trotski, León, op. cit. en 10, p. 276.