Benjamin, Panesi y Sarlo: "El pez por la boca muere"
Otro articulo que encontré de hace 20 años, pero que vale la pena ver como todo el tiempo intentan quitarle el filo más revolucionario a los pensadores.
"Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en íconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para 'consolar' y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante 'arreglo' del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son hoy -¡bromas aparte!- 'marxistas'.". (El estado y la revolución, Lenín).
CUANDO LA PALABRA CRÍTICA PIERDE SU CONTENIDO SEMÁNTICO
Se hace evidente la utilización de la obra de Walter Benjamin para justificar y apuntalar las más variadas y opuestas posiciones de la crítica; al recorte unidireccional según convenga a la posición del crítico mas que a dar cuenta de la totalidad de la obra de Benjamin, sus contradicciones, tensiones e inclusive las resoluciones que elaboró. Tanto Jorge Panesi como Beatriz Sarlo[1], marcan, con distintos objetivos, esta utilización de Benjamin por parte de la crítica que se realiza dentro de la academia.
Panesi va a establecer el espacio y lenguaje de la crítica de esta manera:
Ciertos trabajos de crítica académica (tales como el mío) presentan un aspecto vulnerable que se advierte en la dudosa solidez de una conjunción copulativa: por ejemplo, la “y” del título en “Benjamin y la deconstrucción”. Si repasáramos un índice de trabajos universitarios sobre Benjamin, podríamos comprobar el abuso retórico y hasta el compromiso casi imposible entre la obra de Benjamin y cualquier otro tópico de la filosofía, la literatura, la historia, la antropología, la lingüística, el derecho... Ocurre, sin embargo, que esta usura repetitiva y hasta burocrática también supone un presupuesto básico subyacente en un tipo de crítica que Walter Benjamin ayudó a construir. El presupuesto que rige, de algún modo, el discurso crítico es una autoasignación: la crítica se asigna o se anexa un territorio endeble, volátil y movedizo, en cierta medida una línea marginal o un margen de los discursos (...). La inestabilidad del propio territorio es la condición esencial de la crítica. (negritas propias, p. 57)
Panesi, va a ver en estos “aspectos vulnerables”, que le otorgarían “dudosa solidez” al discurso de la crítica, las características del lenguaje crítico. Además de justificar, desde aquí, la lectura de Benjamin ya que es “un tipo de crítica que Walter Benjamin ayudó a construir”. Así, Panesi va a transformar el elemento que se le critica, en material y espacio constitutivo de un determinado lugar y lenguaje de la crítica académica en la que se inscribe. La operación que va a llevar adelante, en primer lugar, será inscribirse dentro de la crítica académica, y apoyándose en el carácter marginal, excéntrico de Benjamin, definir la característica constitutiva de toda crítica, como una posición “al margen de los discursos”. De esta manera puede, por propiedad transitiva, “autoasignarse”, eso sí desde “La Marginalidad”, el centro de la producción crítica académica. Perfectamente podría parafrasear a Luis XV y decir “la crítica soy yo”. Esta característica “marginal” de la obra de Benjamin, que implicó no sólo un lenguaje tal sino una más que concreta marginalidad de la academia, va a ser retomado desde otra perspectiva por Sigfried Krakauer[2], que desarrollaré más adelante.
Entonces, si en Panesi es claro desde qué espacio crítico se ubica en relación a la academia, en Sarlo este tema se hace muy contradictorio. Comienza el artículo amagando un espacio otro diferenciado de la academia, pero luego, ya que estas “afirmaciones” que hará, le producen “una incomodidad que se vuelve autocrítica”, apela a la primera persona del plural, ya que no puede “pretextar inocencia”, incluyéndose en la “tribu” y apelando a sus pares critica estas “costumbres”.
Lo que llamamos la academia (ese aparato que adjudica legitimidad y prestigio a los saberes y también dice cuáles son) es diestra en la tecnología de la reproducción: generaliza todo lo que toca. Se podría decir que es igualadora... (negritas propias p. 77)
Y más adelante autocorrige su relación con la academia:
Estas afirmaciones no evitan el énfasis porque parten de una incomodidad que se vuelve autocrítica pero también crítica de las costumbres de la tribu. No puedo pretextar inocencia porque también me ocupo de estas cosas. Pero en los últimos años se ha producido una inflación conceptual (...) hay nociones que ahora valen muy poco. Deberíamos depositarlas en alguna parte y firmar el compromiso de no usarlas por un tiempo para darles la oportunidad de que se recobren. (negritas propias, p. 79)
Desde un espacio, definido contradictoriamente, Sarlo, va a ver en este mecanismo que nombrábamos al principio, una generalización igualadora por parte de la crítica académica. Parece raro el ensañamiento contra los estudios culturales que manifiesta en el artículo, ya que los últimos análisis de Sarlo se emparentarían bastante con esta línea de trabajo. Se podría sospechar que sus ataques no están dirigidos a la crítica académica en general, sino a buscar delimitarse o mejor dicho ser incluida, por un sector bien definido de ésta, la carrera de Letras de la UBA, y también sospechar que sus objeciones no son tanto a los “estudios culturales” en general sino a “la fulminante difusión de la etiqueta 'estudios culturales’', llevada adelante por “la expansión difusa pero amplia de algunas ondas teóricas en barrios distinguidos de la academia argentina”.
Pero dentro de esta, creo yo, puja interna del claustro docente de esta facultad, el artículo de Sarlo tiene un punto fuerte, el cual comparto: no se le puede hacer decir a Benjamin lo que no dice. En el recorrido de diversos problemas donde va a marcar este procedimiento por parte de “cierta crítica”, el de la totalidad, me parece que es el más contundente. A mi entender Benjamin, en general, parte desde la totalidad para marcar expresiones particulares que en todos los casos están condicionados por “el cambio de las condiciones de producción”. La exigencia de Sarlo, que inclusive se separa de esta visión de totalidad, es que la crítica no puede inventar o prefabricar un sostén donde no lo hay, porque entre leer perspicazmente un texto y forzarlo para que diga lo contrario, hay una gran diferencia. Veamos como lo manifiesta Sarlo y luego reforzaré la idea con otra cita de Benjamin.
¿Qué hacer con otras citas y observaciones de Benjamin, tomadas del libro de los pasajes, sobre “Teoría del conocimiento y del progreso”?
Allí escribe: “Marx expone la conexión causal entre economía y cultura. Está en cuestión aquí una conexión expresiva. No se trata de exponer el origen económico de la cultura, sino la expresión de la economía en la cultura. Se trata, dicho de otro modo, de la tentativa de aferrar un proceso económico como un protofenómeno bien visible, del que proceden todas las manifestaciones vitales de los pasajes (y, en esta medida, del siglo XIX)”. ¿Qué hacer con esta remisión a la totalidad, que no es, naturalmente, la única que puede leerse en Benjamin? (...)
Con esta frase o con el ostinato de la dialéctica se pueden hacer muchas cosas, menos pasarlos por alto con la incomodidad de quien descubre modales campesinos en un amigo refinado. (p. 85)
Dice Benjamin:
La transformación de la superestructura, que ocurre mucho más lentamente que la de la infraestructura, ha necesitado más de medio siglo para hacer vigente en todos los campos de la cultura el cambio de las condiciones de producción. (...)Pero de esas indicaciones debemos requerir determinados pronósticos. Poco corresponderán a tales requisitos las tesis sobre el arte proletario después de su toma del poder; mucho menos todavía algunas sobre el de la sociedad sin clases; más en cambio unas tesis acerca de las tendencias evolutivas del arte bajo las actuales condiciones de producción.[3]
Más allá de esta pequeña puja contemporánea en el claustro docente de la carrera de Letras, Krakauer escribe un artículo, en julio de 1928, frente a la salida de Dirección única y El origen del drama barroco alemán de Benjamin. Va a marcar en éste, la imposibilidad del pensamiento de Benjamin para echar luz sobre expresiones que se le presentan en su inmediatez, a las que siempre le otorga un carácter borroso y falso, según Krakauer por eso es “que casi nunca aborde las estructuras y los fenómenos cuando éstos se encuentran en eclosión, rastreándolos más bien en el pasado”. Hay que tener en cuenta que en el momento de producción del artículo, Benjamin todavía no ha publicado sus obras que abordan, desde el materialismo dialéctico, las problemáticas y expresiones artísticas que rodean su presente (el cine, la crisis de la novela, el teatro de Brecht, el surrealismo, etc.), que lo instalarán más “en el reino de los vivos”. Más allá de no poder objetivamente saber cual sería la evolución de Benjamin, aunque creemos que acierta en la crítica y el consejo que le da sobre el final[4], hace “frente único” con Benjamin, ubicándose en el mismo margen, para meter una cuña en la crítica tradicional ubicada en el centro académico. Se para junto a Benjamin en ese espacio marginal que “adquiere un sentido si no revolucionario, sí al menos explosivo cuando se lo aplica al presente” y que “ha caído en el olvido desde la irrupción del idealismo”. La explosividad de estas “detonaciones” desde los márgenes va a leerla en sentido totalmente opuesto a cómo Panesi lo hace para emparentar a Benjamin con el deconstructivismo. Por eso a pesar de marcarle el límite para analizar la realidad, la suscripción al mundo platónico de las ideas, rescata un punto central que le permite meter esa cuña.
Este es la búsqueda de lo esencial, una necesidad de tener una lectura en profundidad, para iluminar la opacidad de las expresiones que nos rodean, que falsean el mundo. Este movimiento “explosivo” que Krakauer lo denomina “dialéctica de lo esencial”, ubica a Benjamin en las antípodas de “la superficialidad del texto deconstructivista” al cual Panesi quiere afiliar, y no se puede decir que Krakauer quisiera forzar esta lectura para discutir contra los deconstructivistas, ya que en 1928, no existían.
El pensamiento que él corporiza hoy en día, unilateral y tan extremadamente, ha caído en el olvido desde la irrupción del idealismo. Benjamin lo reintegra conscientemente a la esfera de influencia de nuestra filosofía, gracias a la unión de esa habilidad que le atribuye a Karl Kraus (la de percibir “el susurro de la profundidad etónica del lenguaje”) con esa otra habilidad, la de paladear lo esencial. (...) Con Benjamin, la filosofía recupera la determinación del contenido... (p. 179)
Quisiera cerrar este trabajo con algunas preguntas: ¿Cuál es la función del crítico? ¿Es lícito construir una burbuja, sorda a lo que digan realmente los textos, usándolos para recortar letras y poder armar anónimos dirigidos a sí mismo? O acaso ¿querrán construir un “entrelugar-limbo” que los proteja del cielo o el infierno y que les permita la tranquilidad que tienen los famosos monitos con sus orejas, ojos y bocas tapadas?
[1] Los artículos analizados serán, en el caso de Jorge Panesi, “Benjamin y la deconstrucción” en Sobre Walter Benjamin, vanguardias, historia, estética y literatura. Una visión latinoamericana, Alianza, Buenos Aires, sin datos año de edición, y en el de Beatriz Sarlo, “Olvidar a Benjamin” en Siete ensayos sobre Walter Benjamin, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000. Todas las citas a estos textos corresponderán a esta edición, se indicará el número de página en el cuerpo del texto.
[2] En el caso de Sigfried Krakauer tomaré para el análisis “Sobre los escritos de Walter Benjamin” en Pensamiento de los confines, Nº 6, 1er. semestre de 1999. Todas las citas a este texto corresponderán a esta edición, se indicará el número de página en el cuerpo del texto.
[3] Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” en Discursos Interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1982. Lamentablemente no puedo consignar el número de página por problemas de la fotocopia que poseo.
[4] “Benjamin accedería a la realidad plena si desplegara la dialéctica real que se da entre los elementos de las cosas y sus figuras, entre lo concreto y lo abstracto, entre el sentido de la forma y la forma misma” (S. Krakauer, “Sobre los escritos...”, p.179)