Congreso Internacional "Ciudades latinoamericanas"
Ponencia de José Henrique (Direc. colección Vanguardias Latinoamericanas/Ed. Final Abierto) en la presentación del libro Un hombre muerto a puntapiés /Débora de Pablo Palacio en el cierre del Congreso Internacional Ciudades latinoamericanas, organizado por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de América Latina de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y la Biblioteca del Congreso de la Nación. Realizado el 12/11/09 en el Centro Cultural Paco Urondo (UBA) junto a Marcela Croce y Alicia Ortega Caicedo, Direc. del Área de Letras de la Univ. Andina Simón Bolívar. Quito, Ecuador.
En primer lugar muchas gracias a todos por venir.
Quiero agradecerle a Marcela Croce, organizadora de este Congreso, por estar hoy aquí presente en esta mesa y por permitirnos llevar adelante esta presentación del libro de cuentos Un hombre muerto a puntapiés y la novela Débora del escritor ecuatoriano Pablo Palacio que nuestra editorial Final Abierto ha sacado en un sólo volumen iniciando, con este, la colección Vanguardias latinoamericanas.
Además un agradecimiento especial a Alicia Ortega Caicedo (Directora del Área de Letras de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito) por realizar el trabajo introductorio que acompaña este volumen y por haber viajado desde Ecuador para hablarnos de su coterráneo Pablo Palacio.
En esta ocasión estoy acá como Director de la colección vanguardias latinoamericanas y me voy a remitir a decir algunas cosas de la edición de este libro que la inicia. Trataré de ser lo más breve posible para dejar que Alicia y Marcela hablen específicamente sobre Palacio.
Muchos se preguntarán ¿Por qué dedicar tiempo a hablar de una edición? Yo respondo, como escritor, que no hay que subestimar a los editores ya que tienen el poder y/o la responsabilidad de re-presentar el texto, y como no creo que ningún acto carezca de subjetividad ni de intencionalidad, las ediciones, también tienen voz propia y por ende un posicionamiento y un pronunciamiento crítico.
Esta edición no escapa a eso, y yo, José Henrique, el que edita, quiero hacerme cargo y explicitar mi intencionalidad, con todos los recursos que posee un editor para hablar, para hacer crítica literaria.
Primera afirmación:
Estas vanguardias no son ni “raras”, ni “excéntricas”, ni “locas”. Palacio no es ni raro, ni excéntrico, ni loco. Estas vanguardias (recomiendo no dejar de tener en cuenta al leer el libro que ambas obras son de 1927). Decíamos que estas vanguardias son una manifestación de su época; provocadoras, polemistas, violentadoras de las tradiciones, ni más ni menos que lo que le corresponde a una época signada por crisis, guerras y revoluciones. Entonces son ciudadanas, son céntricas (por que allí comienzan las revoluciones), muy cuidadosas y minuciosas al pensar sus provocaciones, porque necesitan impactar contra un objetivo preciso, la tradición asfixiante y están avaladas por la convulsión reinante.
Primera intencionalidad:
La tapa lleva una reproducción del cuadro Calle 14, del ecuatoriano Egas del año ’37, pintor de esa misma vanguardia. Al texto de Palacio, entonces, le doy un primer soporte, para escapar del rótulo, de lo extraño, de lo loco, de lo marginal.
Y le doy otro, “Colección Vanguardias Latinoamericanas”, o sea, que es parte de un fenómeno que lo excede. Hay otros, muchos otros, que de ser tantos (y si le sumamos la música además de la pintura: el tango, el son, la samba, el jazz) el margen, pasa a ser centro, aunque lo institucional, lo canónico, lo ignore o intente marginarlo.
Segunda afirmación.
No voy a referirme acá de los efectos de lo posmoderno en los ’80s y en especial los ’90s para el conjunto de la sociedad. Lo que pienso acerca de esto pueden leerlo en el libro que editamos Los ’90 Fin de ciclo. El retorno a la contradicción en el cual Marcela escribe un artículo. Pero sí quiero referirme a la Academia y puntualmente a la carrera de Letras de la UBA que a mí me tocó padecer durante los ‘90s. Letras, en la Argentina fue, con raras excepciones, la cuna del textualismo con Derridá a la cabeza. Así se formó por décadas a los críticos literarios, muy perspicaces para encontrar relaciones, intertextualidades; donde se les permitía jugar con encastres rizomáticos, pero con una gran prohibición, no se puede, bajo ningún punto de vista, PROFUNDIZAR... NO HAY NADA MAS ALLÁ DE LA SUPERFICIE, así en mayúsculas y letras catástrofe. Esto siempre me hizo acordar a la parálisis del medioevo, donde la idea fuerza de la época, con la Iglesia a la cabeza, era lo estático, o sea que todo estuvo escrito en la antigüedad y no puede agregarse nada más; en el mas allá solo espera Dios... o el Averno.
Entonces ¿qué pasa?, se lee El juguete rabioso, y no importa que estuviera escrito en 1926, ni la crisis, ni la Guerra inconclusa, ni la Revolución, etc. Y sin importar lo ponemos a interactuar con la superficie de, no sé... Los Simpson, y que las superficies textuales se encuentren y charlen..., eso sí, amablemente.
Segunda, y prometo que última, intencionalidad:
Abrimos esta versión de Palacio, ¿y con qué nos encontramos?... Con una sobresaturación de información y profundidad. Las tapitas de las primeras ediciones, cuándo, dónde y quién las editó.
Por si alguien no conocía a Egas y no pudo referenciarlo con Palacio, pequeño párrafo para ubicar al pintor en tiempo y espacio.
Y como me pareció que las tapas de las primeras ediciones, en consonancia con la época, (piensen a un diseñador gráfico hoy que seguramente no lee el libro para poder diseñar su tapa) estas tapas estaban llenas de contenido y provocación, las puse, en grande, como portada de cada uno de los textos.
Un contenido interesante de las tapas para marcar rápido. ¿Qué vemos acá? Un hombre MUER, y abajo sin guión TO A PUNTAPIÉS. El morfema MUER además de hacer referencia a la muerte contiene la palabra mujer, la U contiene a la J. Entonces leemos “UN HOMBRE MUJER MUERTO”, si reponemos que este cuento del libro es acerca de un “vicioso” (nunca lo nombra como homosexual), muerto a puntapiés por el padre de un muchacho que quiso levantarse en la calle, entonces vemos como el libro empieza a provocar desde la tapa y de paso resuelve el enigma policial planteado en el cuento.
Si agarramos la tapa de Débora vamos a encontrarnos con que la E contiene una V, jugando con Débora/devora.
Lo otro que quiero destacar es el trabajo introductorio que ha hecho Alicia Ortega en este volumen, que no voy a ser yo quien hable acerca de él ya que contamos con su presencia, pero lo que sí quería decir es que además de hablarnos de los textos en sí, lo hace recomponiendo la situación en la que está inmerso Palacio y no sólo de lo literario, sino del contexto político social que lo rodea, elegir este trabajo y no otro también es intencional.
Por último, y como si fuera poco, quien les habla, hace una presentación de la colección en el libro, de forma poco ortodoxa, (ustedes serán quien la juzguen), donde intento dar cuenta de estas cosas de las que hablé hoy aquí.
Bien. ¿Y todo esta información para qué?, ¿porque considero bobo al lector?, ¿para agotar el tema en esta edición?... no, para darle herramientas para pensar nuevas ideas, nuevas relaciones, con el aquí y ahora, porque no quiero que los jóvenes siempre estén condenados a empezar de cero. Muchas gracias.