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Grageas II





"El remisse azul estaciona un poco brusco, en la entrada del hospital, en el lugar de las ambulancias. Desciende. Ahora está en los pasillos llevado de la mano. Se sienta y espera. Se escucha su apellido, lo toman, apretando su palma, afectuosamente pero con fuerza. Ingresa al consultorio 8, el médico se mueve, habla, toma el sobre marrón, lo abre, saca la ecografía, la examina, hace gestos y muecas ininteligibles, capciosos, deformadas; deja al soplón compulsivo que no para de declarar, en la mesa;

se le acerca, compasivo, sonriente, y poniendo su mano en el hombro lo invita a recostarse, asintiendo sordo a los reparos que él, asustado, balbucea. Los dedos del médico, intentando mantener la suavidad, presionan con insistencia su hombro frente a la resistencia de las piernas que se niegan a ir, así porque sí, en dirección a la camilla. Por fin, boca abajo y el dolor intenso.

Camina por los pasillos sin percibir a los otros. Ahora la enfermedad es plena. Como una implosión, desde adentro, y luego la contracción. La diferencia entre el espectador del futuro derrumbe, paseando, viendo el edificio desde afuera, sin notar los preparativos, y la robusta mole desplomándose sobre sí misma, sin compasión, de repente; como una implosión y luego la contracción, en el estómago.

Sube al auto y emprende la vuelta."


de la novela La enfermedad

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