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Carta que me envió Pablo Palacio Palacios (hijo del escritor ecuatoriano)


Estimado José Henrique:


Me dirijo a usted para expresarle mis felicitaciones y mis agradecimientos por la edición de “Un hombre muerto a puntapiés”. Me parece formidable que en la portada hayan incluido esa magnifica pintura de Camilo Egas. Además, el lanzamiento del libro y la cubertura periodística, como he podido apreciar por Internet, son muy apropiados. De igual manera, le agradezco por el envío de los libros. Sin ser un literato o un crítico, me atrevo a decir que sus novelas son excelentes, en especial “La enfermedad” que me ha impresionado mucho.


Pasando a otro tema y considerando que, cuando a los datos biográficos de mi padre se refieren, se cometen abusos injustificables basados en inexactitudes, no puedo dejar pasar por alto el hecho de que en casi todos los artículos publicados, no se deje de mencionar una sífilis como el origen de su locura; y, peor todavía, que el origen de esa supuesta enfermedad haya sido “una relación estable con una prostituta”, según afirma la crítica literaria Susana Rosano. Allá lejos en Buenos Aires, Argentina, porque acá cerca en Ecuador, que yo conozca, nunca se ha escrito o dicho nada igual. ¿De dónde saca la señora Rosano, esa “relación estable…”? ¿Cuál es su fuente de información? ¿Quién le pudo haber “contado” semejante cuento?


Planteo los interrogantes, porque las muletillas de la locura, que es cierta; que murió en un manicomio, que es falsa; la de la sífilis, que nunca fue comprobada y, otras falsedades (que no son invento de la señora Rosano y los demás articulistas) vienen repitiéndose como coro de cacatúas grabado y reproducido en disco rayado. Además, encuentro al artículo contradictorio: la autora citando a Celina Manzoni, critica el “extremo biografismo con que la obra de Palacio fue leída durante años” y, en la práctica, comete el mismo error.


Considerando “el esmero” y “perseverancia” en difundir falsedades sobre la vida de mi padre y, especialmente el de la sífilis, como en el artículo al que me refiero, al que lo único que le falta - exigiéndole un poquito o mucho más a la imaginación, no sé cual sea el caso - es ponerle nombre y apellido a la supuesta prostituta, fecha y hora del “encuentro” y más detalles del mismo, veo que el texto de Demien Paredes, está libre de estas muletillas. Hay que felicitarle.


Todo esto me hace pensar que en el caso de Pablo Palacio, con relación a su o “sus” enfermedades, se está creando un síndrome, aberración o manía: el decir o insinuar veladamente que sus obras literarias, escritas mucho antes de enloquecer, fueron producto de “sus enfermedades”, mezclando de una forma arbitraria, realidad y ficción.


También me hace pensar y preguntarme: ¿cuál es el origen de éste síndrome, aberración o manía? Permítame que copie en algo su formato.


Quizás fue:


Revanchas de viejas rencillas literarias, políticas o de otra naturaleza, como opinan algunos.


O: porque algunos críticos desean que su texto sea más llamativo y sensacionalista, cometiendo “abusos” y “extremo biografismo” como dicen Mª. Del Carmen Fernández y Celina Manzoni.


O tal vez: sea ese sentimiento, no confesable, que se define como “disgusto o pesar del bien ajeno”, como opinan otros.


La verdad es que mi padre, a fines del año 1939, lúcido todavía, debido a comportamientos extraños e incoherentes, detectados por él mismo, solicitó ser internado en un hospital para realizarse una serie de exámenes de diversa índole. Los resultados de estos exámenes no revelaron ninguna sífilis. Sin embargo, un grupo de médicos, quizás por “inducción” o “deducción” aplicadas a “sintomatología”, diagnosticó esa enfermedad. Y, por supuesto, con tratamientos propios de esa época, le trataron y “curaron” la enfermedad diagnosticada. Lamentablemente, también según ellos, muy tarde, porque mi padre había ya enloquecido totalmente.


Muchos años más tarde, bien o mal intencionadamente, estos acontecimientos fueron divulgados parcialmente: sin mencionar, tal vez por desconocimiento o quién sabe porqué, los resultados negativos de los exámenes; y, peor aún, que otro grupo de médicos sostenía que no existía sífilis. Hace algún tiempo, el escritor Abdón Ubidia, luego de una conversación que mantuvimos, me manifestó algo que jamás había escuchado. Según él: uno de estos médicos habría afirmado que era “otra enfermedad venérea” la que contrajo Pablo Palacio. ¡Por supuesto! ¡No faltaba más, tenía que ser venérea! Si ésta información es veraz, por lo menos confirma que el diagnóstico de sífilis no fue unánime y, también, hace sospechar que posiblemente a más de “inducción” o “deducción”, utilizaron el eterno e infalible método del “tin marín…” o algo similar, para aplicarle algún tratamiento para una enfermedad que ni siquiera estaba debidamente comprobada.


Como es obvio, yo no fui testigo presencial de estos acontecimientos; pero, mantengo las verdades que me fueron transmitidas por mi familia materna: madre, abuela, tíos, tías, etc.; y, de algunos amigos personales de mi padre con los que tuve la oportunidad de hablar sobre éste tema. Y, puedo afirmar, con toda seguridad y categóricamente, que de ninguno tengo la menor duda de su veracidad.


Debo puntualizar, estimado José Henrique, que estas “pequeñas realidades” o “pequeños bolos de lodo suburbano”, de ser ciertos no me molestarían en absoluto; porque, nadie en su vida está exento de que le ocurra “accidentes” de esa naturaleza. Pero, por otro lado, estoy absolutamente convencido de que cuando de alguien específicamente se habla o se escribe, se debe hacerlo con la verdad y no con “rumores” que parecen originados en reuniones de señoras desocupadas tomando té o, quién sabe, de otra naturaleza. Sin embargo los “rumores” de ser tan repetidos y trillados… “¡claro!”, producen aburrimiento, enojo, rechazo y… “¡claro!”, hay que responderles de alguna manera.


Por último, lo único que en realidad tiene importancia es la difusión de las obras literarias de mi padre, por lo que nuevamente le agradezco y felicito.


Presentándole mis disculpas por molestar su atención con estos asuntos, le saludo.


Muy atentamente,


Pablo Palacio Palacios.


P.d. Por favor, no olvide enviarme el ejemplar de cada uno de los libros que se editen en esta colección. ¡Gracias!




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